Cuando trabajemos con caballos, es muy importante recordar sus orígenes, saber que si bien es cierto, la domesticación ha influenciado el comportamiento, siguen siendo caballos, siguen siendo animales extremadamente sensibles, de manada, que necesitan interacción social en su día a día, que la comida no es tan importante para ellos como su seguridad y que el confort es parte importante también de su estabilidad mental.
¿Cómo así?
Los caballos son animales de presa, en el medio natural dependen de su manada para sobrevivir, pastorean el 70% del día, y descansan el 14%. El resto lo pasan en juegos e interacción social.
Por todo esto es necesario que la crianza estabulada se haga de la mejor manera, ya que de lo contrario podemos generar en ellos alteraciones en su comportamiento. Diversos estudios muestran que el tiempo de alimentación baja a un 10%, lo cual, según la dieta y la presentación, varía incluso los patrones de descanso hasta un 8%. Todo esto aunado a la disminución considerable de la interacción social, sobre todo en los caballos que viven en boxes. Los machos en estos casos se llevan la peor parte.
Por ejemplo, en los años 1977 y 1989, Francis-Smith y Crowell Davis demostraron que la coprofagia (comerse sus propias heces) es solo adaptativa en potrillos, siendo una alteración puramente conductual por estrés en animales adultos.
Así mismo, cuando se exponen a los caballos al agotamiento (ya sea por entrenamiento, exposición a ruido o excitación constante) o fa la alta de estimulación (falta de ejercicio, poca o nula interacción con otros caballos) se pueden llevar a los caballos a anomalías de comportamiento como apatía, o por el contrario, excitabilidad constante e irritabilidad, ambas situaciones pudiendo degenerar en psicopatologías como hiperfagia (apetito desmedido) nerviosa o polidipsia (sed desmedida) nerviosa. Para terminar en las conocidas “estereotipias o vicios de cuadra”, que son anomalías de comportamiento que se vuelven crónicas y repetitivas, tales como aerofagia (tragar aire), masticar madera, automutilación, entre otras.
Por otro lado, con referencia al trato hacia los caballos per se, nuestras “ganas de hacerle cariño a nuestras mascotas” nos llevan a olvidar que el cariño real por nuestros animales debe nacer de la empatía, de pensar como caballos y no solo una satisfacción personal. Debemos recodar que los caballos tienen “necesidades” afectivas distintas a las de nosotros, y el manejo del espacio personal también difiere de nuestro. Es muy común sentir las ansias de tocar la nariz de un caballo cuando este se acerca, sin recordar que es una de sus zonas más vulnerables, olvidando que nuestra adecuada presentación debería empezar por el olfato (dejarnos oler) tal cual lo harían con algún miembro de su manada. Todo esto en el marco de un manejo natural y de respeto. Los caballos son muy expresivos, basta con verlos en compañía de otros caballos, y como responden a nuestras muestras de afecto sincero.
Ayudaría mucho en la relación con nuestro caballo el tomar en cuenta que el solo acercarse a su espacio personal sin necesidad de contacto significa mucho para él, así como dejarle dar el primer paso para el contacto físico. También recordar el tomar en cuenta sus necesidades naturales, proveerles de espacios de interacción social con otros caballos y de ejercicio sano todos los días. El diseño de corrales y boxes también debería respetar estas necesidades, por ejemplo jamás colocar a un caballo en un box mirando a una pared. Estas prácticas no solo aumentarán la confianza en la relación, sino que permitirá que el caballo cree verdaderos lazos afectivos con su dueño, más allá de las ganas de una zanahoria o una manzana.